¿De dónde vienen los cometas?
«De hecho, cometa debería ser un verbo y no un sustantivo —afirma Guilbert-Lepoutre, del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia—. Esto se debe a que los astrónomos han comenzado a considerar los pequeños cuerpos del Sistema Solar como un continuo (desde rocosos y metálicos hasta helados). Hace poco, por ejemplo, detectamos actividad cometaria en algunos asteroides del cinturón de asteroides». Los cometas que iluminan nuestro cielo son pequeños cuerpos de material rocoso y hielo, remanentes de la formación del Sistema Solar hace más de 4 600 millones de años. Lo que diferencia a estas «bolas de nieve sucias» de objetos como los asteroides es su coma o cabellera, la atmósfera difusa, similar a una nube, y la cola que se forma por la sublimación del hielo del cometa a medida que se acerca al Sol.
La nube y el cinturón
En general, los cometas proceden de dos regiones principales: el cinturón de Kuiper, más allá de la órbita de Neptuno, y la nube de Oort, en el mismísimo borde del Sistema Solar. Allí afuera hace tanto frío —muy por debajo de los -200 °C— que cualquier objeto que contenga hielo lo conservara con seguridad. «Los cometas son restos de una población mucho más grande de pequeños cuerpos, que fueron expulsados hacia el exterior durante lo que creemos que debió ser un período de inestabilidad de los planetas gigantes —explica Guilbert-Lepoutre—. Y acabaron en estos dos grandes reservorios». Las órbitas de estos cometas están en gran medida determinadas por los planetas gigantes y pueden cambiar con el tiempo. Los cometas pueden ser impulsados hacia el interior del Sistema Solar, donde podríamos llegar a verlos, o expulsados completamente del Sistema Solar. «Los cometas procedentes de la nube de Oort se conocen como cometas de periodo largo, con períodos orbitales que pueden alcanzar hasta un millón de años», agrega Guilbert-Lepoutre. Un ejemplo de este tipo de cometas es el cometa Hale-Bopp, que apareció en nuestros cielos en 1997 y no volverá a pasar cerca de la Tierra hasta aproximadamente el año 4 500. Los cometas que se encuentran en el cinturón de Kuiper, mucho más cercano, también se desplazan hacia el sistema planetario interior. Estos pueden tener órbitas más cortas, por lo general de menos de 200 años. Un buen ejemplo es el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, sobre el cual descendió un módulo de aterrizaje de la misión Rosetta(se abrirá en una nueva ventana) de la Agencia Espacial Europea (ESA). Pero eso no es todo. También sabemos que hay cometas interestelares, procedentes de otros sistemas planetarios de la galaxia, que se desplazan entre estrellas. «Hemos identificado tres de ellos desde la primera observación de Oumuamua en 2017 —puntualiza Guilbert-Lepoutre—. Estos cuerpos van a la deriva en el medio interestelar, donde podrían chocar con una estrella y cambiar de rumbo».
Supervivientes originales del Sistema Solar
Una razón por la que astrónomos como Guilbert-Lepoutre están tan interesados en los cometas es lo que pueden decirnos sobre nuestros propios orígenes. Se cree que los cometas son los supervivientes mejor conservados de la formación del Sistema Solar, y podrían ofrecernos pistas sobre las condiciones predominantes en ese período. Esta hipótesis se examinó a fondo en el marco del proyecto THEMISS, financiado por el Consejo Europeo de Investigación(se abrirá en una nueva ventana), cuyo objetivo era comprender la evolución de los cometas. Un avance prometedor en el horizonte es la misión Comet Interceptor(se abrirá en una nueva ventana) de la ESA, que contribuirá a conocer mejor los cometas procedentes de la nube de Oort. La nave, cuyo lanzamiento está previsto para 2029, «aparcará» en el espacio antes de desplazarse para interceptar un cometa prístino adecuado. Después, se liberarán dos sondas para observar el cometa desde múltiples direcciones al mismo tiempo. «Sabemos de qué reservorio proceden los cometas gracias a sus propiedades orbitales —comenta Guilbert-Lepoutre—. Pero nunca se sabe con seguridad dónde ni cuándo volverán debido a la naturaleza caótica e impredecible del espacio». Para Guilbert-Lepoutre, esto es parte de la razón por la que los cometas son tan interesantes. «Mi primera experiencia con cometas fue cuando era una niña, mirando hacia el cielo para ver el Hale-Bopp. Fue algo increíble: que se pudiera ver a simple vista y que, aun así, nunca más volvamos a verlo». Para saber más sobre la investigación de Aurelie Guilbert-Lepoutre: La evolución de los cometas, una clave para comprender el Universo