Una segunda vida para los residuos de madera
Cada año, tan solo en la Unión Europea y los Estados Unidos, unos cien millones de toneladas de residuos de madera se quedan sin reciclar(se abrirá en una nueva ventana). Este material, que se quema o deposita en vertederos, plantea un grave problema medioambiental. El novedoso proceso dendrónico(se abrirá en una nueva ventana) está convirtiendo este y otros materiales no deseados en un valioso recurso. «La madera y otros residuos agrícolas están compuestos de los biopolímeros celulosa, hemicelulosa y lignina. Hemos elaborado un proceso químico, basado en un disolvente respetuoso con el medio ambiente llamado «líquido iónico», para separar estos polímeros, de forma que se pueden utilizar para nuevos productos», explica Florence Gschwend, directora técnica y cofundadora de la empresa derivada del Imperial College de Londres, Lixea(se abrirá en una nueva ventana). El proyecto Bioflex, financiado con fondos europeos, permitió a Lixea construir una planta piloto en Suecia, el tercer exportador mundial de productos forestales(se abrirá en una nueva ventana), donde el equipo demostró la tecnología y sus diversas aplicaciones.
Un proceso versátil: elegir y mezclar
El proceso puede aplicarse a distintos tipos de residuos, como la madera de construcción desechada, el serrín y residuos agrícolas como el bagazo(se abrirá en una nueva ventana) de la caña de azúcar. «Podemos trabajar con una gran variedad de insumos y hay muchas cosas diferentes que potencialmente se pueden hacer con los productos obtenidos: ofrecemos una plataforma que propicia muchas cadenas de valor nuevas y diferentes», añade Gschwend. Por ejemplo, la celulosa puede utilizarse para fabricar productos de fibra moldeada, el material de envasado con el que suelen fabricarse las hueveras de cartón y las bandejas de alimentos. También puede hidrolizarse para obtener azúcares y luego fermentarse para producir, por ejemplo, el biocombustible etanol. La lignina se aísla para producir biomateriales como las resinas, que forman parte de muchos materiales compuestos, a menudo utilizados en muebles. La hemicelulosa se transforma en productos químicos especializados que se utilizan en distintos procesos industriales, por ejemplo, para crear pinturas o adhesivos. En la planta de Bäckhammar, el equipo de Lixea ha estado trabajando con pioneros de la industria para explorar distintas aplicaciones. Por ejemplo, aplicó el proceso a residuos de aserraderos y produjo una pulpa celulósica que luego se hidrolizó para obtener azúcares utilizados como sustrato para procesos de fermentación, como la producción de bioetanol y alimentos. En otro estudio de caso, el bagazo de un molino de caña de azúcar se utilizará para fabricar productos de fibra moldeada, así como furfural, una sustancia química utilizada, por ejemplo, en tintas y fertilizantes.
Menos residuos, más valor
Hay algunas diferencias notables que distinguen el proceso de Bioflex de los utilizados actualmente en las industrias papelera y textil, señala Gschwend. «Estos conllevan el uso de sustancias químicas agresivas y, a menudo, solo crean valor a partir de una parte de la madera, ya que no utilizan los tres componentes. Además, estos procesos requieren plantaciones de una sola especie de árbol, mientras que los nuestros utilizan material de desecho». Otra opción de reciclaje disponible actualmente es el uso de residuos de serrín en pastillas de combustible. Aunque a veces se promocionan como fuente de energía renovable, su uso contribuye de manera considerable a la contaminación atmosférica, señala Gschwend.
Una solución ecológica con gran potencial
El equipo de Lixea cree que su proceso puede contribuir a la protección del medio ambiente y ayudar a reducir las emisiones de CO2 de varias maneras. Además de ayudar a reducir los residuos, su implantación a gran escala podría tener un efecto significativo en la calidad del aire a nivel mundial. «Esto es especialmente válido en el sudeste asiático, donde los residuos agrícolas suelen quemarse en el campo sin ningún tipo de recuperación de energía, lo que provoca contaminación atmosférica y causa importantes problemas de salud», explica Gschwend. Un análisis realizado en un contexto sueco en el que se comparaba la producción de fibra moldeada con la de bandejas de polipropileno demostró que el proceso podía ahorrar potencialmente hasta cuatro toneladas de CO2 por tonelada de envases producidos. Según Gschwend, se espera que el mercado de productos químicos bioderivados alcance los 75 000 millones EUR en 2027 y, por lo tanto, el potencial económico de las distintas cadenas de valor es enorme. Su equipo está explorando asociaciones con vistas a poner en marcha una planta de demostración, el siguiente paso clave hacia la implantación en el mercado.