Comprender las repercusiones de la desecación de las redes fluviales
Como las sequías son cada vez más intensas debido en parte al impacto del cambio climático, es probable que muchos ríos se sequen más. Por otro lado, cada vez se sabe con más certeza científica que la mayoría de las redes fluviales se secan de forma natural a lo largo de un año. Tener en cuenta este factor es fundamental si se quieren poner en marcha políticas de gestión fluvial significativas. El reto ha sido que muchos supuestos científicos subyacentes se han basado en la idea de que los ríos deberían fluir durante todo el año.
Desecación natural de las redes fluviales
El proyecto DRYvER(se abrirá en una nueva ventana), financiado con fondos europeos, pretendía aportar pruebas de este fenómeno de desecación natural y, a partir de ahí, elaborar recomendaciones políticas y herramientas para apoyar esta realidad. Se seleccionaron nueve estudios de casos fluviales en Europa y Sudamérica, que ofrecen entornos y contextos contrastados. «Hemos podido demostrar que la mayoría de las redes fluviales son propensas a secarse de forma natural», afirma el coordinador del proyecto, Thibault Datry, del Instituto Nacional de Investigación Agronómica, Alimentaria y Medioambiental(se abrirá en una nueva ventana) (INRAE) en Francia. «Este conocimiento es importante si queremos comprender los caudales de los ríos, además de conservarlos y restaurarlos». Los resultados se publicaron en la revista «Nature»(se abrirá en una nueva ventana) en 2021. A continuación, esos conocimientos se integraron en ámbitos como la ecología, la bioquímica y los servicios ecosistémicos para cuantificar los efectos actuales de la desecación, y también traducir los modelos de cambio climático en modelos hidrológicos, con el fin de generar escenarios prospectivos bajo el cambio climático. «También examinamos el impacto de los procesos de desecación en términos de la función ecológica de los ríos, como el procesamiento del carbono», añade Datry.
Promover la ciencia ciudadana
Un elemento central —y un éxito clave— del proyecto fue la participación de la ciudadanía(se abrirá en una nueva ventana). Los voluntarios recogieron y enviaron información sobre episodios de desecación de los ríos, que el equipo del proyecto recopiló en bases de datos(se abrirá en una nueva ventana). Esto sirvió sobre todo para calibrar sus modelos. «Pudimos confirmar la importancia ecológica del secado en términos de biodiversidad tanto a escala local como regional», señala Datry. «Demostramos que, regionalmente, la desecación actúa como un dique, fragmentando temporalmente las redes fluviales». El fenómeno puede tener repercusiones en términos de obstaculización del flujo de agua, los sedimentos y el movimiento de los organismos. Esos datos se incorporaron a los resultados de modelos climáticos para proyectar el impacto de futuros escenarios de desecación. «Un resultado sorprendente fue la relación entre la desecación y la capacidad de los ríos para producir CO2», señala Datry. «Demostramos que la contabilización de las secciones de desecación puede aumentar la cantidad total de CO2 emitida por las redes fluviales. Ello demuestra la importancia de tener en cuenta la desecación de los ríos a la hora de analizar el ciclo global del carbono».
La desecación de los ríos en el orden del día
El proyecto ha permitido la publicación de varios artículos científicos y ha fomentado un cambio de paradigma en la ciencia fluvial. «Nadie puede ignorar el impacto del secado natural en una serie de procesos», afirma Datry. La aplicación para teléfonos inteligentes dedicada a los ciudadanos, de acceso gratuito, se ha traducido a veintitrés idiomas y se utiliza en treinta países. «Ello no solo nos ayuda a recopilar datos, sino que también aumenta la concienciación sobre este problema, y ahora lo adoptan los gestores del agua para vigilar los estados del caudal», señala Datry. Por último, la labor de DRYvER ha contribuido a la elaboración de políticas, generando una serie de recomendaciones e impulsando el secado en la agenda. «Por ejemplo, una recomendación es que el almacenamiento de agua mediante el uso de pequeñas presas puede ser en realidad contraproducente porque fragmenta aún más las redes fluviales», añade Datry. «Demostramos que la conectividad es fundamental para la resiliencia de esos ecosistemas frágiles».