Contar historias de la Edad de Piedra con herramientas de la era tecnológica
¿Y si los secretos del pasado se pudieran desvelar utilizando la tecnología del futuro? Esa era la pregunta que el proyecto ChemArch(se abrirá en una nueva ventana), financiado con fondos europeos, se propuso responder. Con el objetivo de mejorar nuestra comprensión sobre la prehistoria, el equipo del proyecto empleó técnicas químicas y moleculares de última generación para analizar miles de objetos prehistóricos conservados en museos de toda Europa. «Las herramientas de hueso, la cerámica y los objetos de madera de hace miles de años nos conectan con nuestro patrimonio cultural común», explica Oliver Craig, investigador de la Universidad de York(se abrirá en una nueva ventana), entidad coordinadora del proyecto. «Nuestro propósito era esclarecer estas conexiones de una manera que hasta hace pocos años resultaba impensable, para lo cual empleamos métodos científicos innovadores». El proyecto contó con el apoyo de las acciones Marie Skłodowska-Curie(se abrirá en una nueva ventana).
Estudio de los objetos cotidianos
El proyecto se centró en el estudio de objetos cotidianos, como piezas de cerámica, utensilios y alimentos. Su equipo empleó nuevas herramientas y datos moleculares para contar la historia de cómo vivían los europeos en la Edad de Piedra. Durante el proyecto, los investigadores analizaron la presencia de objetos de madera en conjuntos arqueológicos prehistóricos, recuperaron proteínas de piezas de cerámica prehistórica mediante técnicas inmunológicas y proteómicas, y obtuvieron información sobre las herramientas de caza neolíticas examinando el ADN hallado en chicles adheridos a sus superficies. «El hecho de poder extraer ADN de los objetos y piezas arqueológicas nos ofrece información directa sobre las personas que los utilizaron, mientras que la identificación de alta resolución de restos de alimentos asociados a esos objetos nos ayuda a conocer las prácticas económicas y los hábitos culinarios del pasado», comenta Craig. Los investigadores también estudiaron el procesamiento de cereales en cerámicas neolíticas, llevaron a cabo un análisis químico de las tecnologías de cocina en piedra, examinaron el registro arqueológico de las fiestas rituales y analizaron muestras genéticas y químicas relacionadas con la producción de vino. En el proyecto se estudió incluso chicle prehistórico. «La investigación está empezando a poner en entredicho nuestra comprensión de cómo se incorporaron las tecnologías prehistóricas a tareas tan cotidianas como cocinar, fabricar y reparar», agrega Craig.
Formación de la nueva generación investigadores
Además de la propia investigación, el equipo del proyecto desarrolló protocolos estandarizadas para la toma de muestras de objetos para su análisis químico. Los protocolos están disponibles en el sitio web del proyecto(se abrirá en una nueva ventana). Pero quizá el logro más importante del proyecto sean los propios investigadores. El proyecto contó con la participación de quince estudiantes de doctorado de toda Europa, a quienes se les brindó la oportunidad de adquirir experiencia práctica en química arqueológica y arqueología biomolecular. «Nuestro equipo de investigadores noveles no solo se beneficiará de las nuevas competencias investigadoras adquiridas, sino que también podrá aprovechar la red internacional de colaboración establecida durante el proyecto a medida que avancen en sus carreras científicas o en el sector del patrimonio», concluye Craig.