Lograr que los minifundios sean más equitativos
En el África subsahariana, el 80 % de las tierras agrícolas se gestionan a través de minifundios de menos de diez hectáreas. Imagínese más o menos lo opuesto al sector agrícola industrial de Europa: la mayor parte de nuestros alimentos giran en torno a doce plantas y cinco especies animales. Los minifundios (explotaciones eminentemente gestionadas por familias) son los que mantienen viva la biodiversidad. Sin embargo, se ven amenazados desde el exterior, puesto que están sometidos a la presión competitiva de la globalización, y también desde el interior, como ha estado demostrando la doctora Els Lecoutere de la Universidad de Amberes a través de sus investigaciones en África oriental. Según explica la doctora: «En las pequeñas explotaciones agrícolas familiares, cada miembro de la familia participa en la producción agrícola. Sin embargo, al final de día, los ingresos no siempre se reparten equitativamente. La mayor parte suele ir a parar al bolsillo del marido y este puede sucumbir a la tentación de aprovecharse de los beneficios del trabajo común, a menudo a expensas de las mujeres. Esto se denomina dilema de la apropiación. Lo cual, a su vez, puede contribuir a la falta de inversión en la actividad agrícola e incluso a que algunos miembros de la familia vendan por su cuenta una parte de la cosecha». En general, estos problemas contribuyen a una explotación ineficiente de los cultivos familiares y al mantenimiento de la desigualdad de género. Por lo tanto, la doctora Lecoutere decidió dedicar su última investigación a evaluar el impacto de la apropiación, así como a ayudar a establecer unas «reglas del juego» mejores en el marco de un modelo de toma de decisiones más participativo. Para lograrlo, la doctora trabajó con una organización que ofrece programas de orientación intensivos sobre la toma de decisiones participativa en el seno del hogar y juntos se centraron en la producción agrícola, la asignación de recursos y los ingresos y gastos de explotaciones familiares de cultivo de café en Uganda y Tanzania. Se constató que la orientación tuvo muchos efectos positivos, entre los cuales figuran una mayor colaboración entre marido y esposa, la adopción de prácticas de intensificación sostenibles, un aumento de la seguridad alimentaria, una menor venta de ganado, más implicación femenina en las decisiones estratégicas y un mayor control del ganado de la explotación doméstica por parte de las mujeres. No obstante, a pesar de que la orientación permitió que las mujeres estuvieran mejor informadas sobre el volumen de ingresos generados por la venta de café, no logró mejorar su acceso a estos. Según la doctora Lecoutere, este hecho no sorprende: «Esto contraviene los roles de género profundamente arraigados. Además, el sistema de comercialización y pago del café, que retribuye al cabeza de familia (que en la mayoría de los casos es el marido), también mantiene la exclusión de las mujeres en la recepción de los ingresos provenientes del café». La coordinadora del proyecto insiste en el potencial de cambiar este sistema. Comenta que los organismos de comercialización del café podrían, por ejemplo, enviar por mensaje de texto la información relativa a las ventas a ambos cabezas de familia; pagar los ingresos del café a cuentas bancarias comunes de toda la familia o dar una parte de los ingresos al marido y otra parte a la mujer. La doctora Lecoutere menciona también como posible fuente de inspiración los «talleres de masculinidad» realizados en América Latina, donde las normas que dictan los roles y las responsabilidades de los hombres se cuestionan durante grupos de debate integrados únicamente por hombres. Aparte de sus interesantes recomendaciones, el proyecto ha propuesto un conjunto de herramientas que puede utilizarse como guía de referencia en el diseño de un marco para el seguimiento o la evaluación de los cambios que tienen lugar en la toma de decisiones en el seno familiar. A largo plazo, la doctora Lecoutere espera que su investigación ayude a las explotaciones agrícolas familiares a superar la semisubsistencia y la pobreza, y a las mujeres rurales a vivir plenamente las vidas que desean.