¿Cuándo se debería tirar la comida?
«Entender la diferencia entre la “fecha de consumo preferente” y la “fecha de caducidad” es muy importante», comenta Rokx, coordinador de proyectos de I+D en Storex, una empresa especializada en tecnologías de atmósfera protectora para prolongar la vida útil de los alimentos. La primera es un indicador de calidad, ya que informa sobre el momento en que un producto está en su mejor punto en cuanto a sabor y textura. Después de esa fecha, los alimentos suelen seguir siendo seguros para el consumo, comenta Rokx, y, a menudo, se pueden consumir sin problema si no ha pasado mucho tiempo. La segunda está relacionada con la seguridad, y se utiliza para productos perecederos como la carne y los lácteos, alimentos que pueden suponer un riesgo para la salud si están caducados. Una de las formas más útiles de decidir si tirar o no un alimento es usar los sentidos, agrega Rokx. Nuestro olfato y gusto son herramientas muy precisas para detectar sustancias químicas en la comida y el aire, y que se han ido perfeccionando a lo largo de millones de años de evolución. Si un alimento ha pasado la fecha de consumo preferente pero huele bien, probablemente aún se pueda comer. Pero si tiene mal aspecto o mal olor, quizá haya llegado la hora de desecharlo. Una manzana en el frutero puede tener un golpe o una parte blanda que se puede cortar, y el resto sigue estando en buen estado. Pero si pasa demasiado tiempo, la podredumbre puede haberse desarrollado hasta el punto de afectar al sabor de toda la fruta. (Aunque, con suerte, una manzana podrida no arruinará todas las demás). En el proyecto MAX-FRESH, financiado con fondos europeos, Rokx y sus colaboradores desarrollaron el primer sensor automático capaz de detectar y alertar de la presencia de gases volátiles indicativos de la maduración, la fermentación o la podredumbre de los alimentos. El equipo trabaja ahora en mejorar el sensor y calibrarlo para cada uno de los casi trescientos gases que se sabe están relacionados con el aroma, un indicador pertinente de la calidad de los alimentos. Los investigadores esperan que pronto se puedan detectar entre ochenta y cien gases volátiles. ¿Podría haber un sistema así en las neveras de nuestras casas para ayudarnos a decidir? No en un futuro cercano, señala Rokx, ya que los sensores son todavía muy caros. Pero Rokx comparte algunas recomendaciones para conservar los alimentos frescos por más tiempo. Colocar cada alimento en el sitio correcto del frigorífico puede ayudar a mantener su frescura, algo que, según Rokx, no siempre se explica con claridad. Llenar la nevera por completo —y de una sola vez— hace que tarde más en alcanzar la temperatura adecuada, lo que podría afectar a ciertos alimentos. Incluso dejar la puerta abierta un minuto, por ejemplo mientras se prepara un té, puede influir en este proceso. Planificar las comidas con cuidado también ayuda a evitar que, al llegar el fin de semana, la nevera esté llena de sobras y productos que ya no inspiren mucha confianza. Rokx sugiere que los fabricantes podrían incluir en el envase de ciertos alimentos algunas indicaciones que ayuden a saber si algo es todavía comestible. «A veces basta con una pequeña prueba para saber si algo todavía se puede comer», comenta el experto. Por ejemplo, los huevos que están en mal estado flotan en un vaso con agua: una manera rápida y sencilla de evitar arruinar el desayuno. Haga clic aquí para saber más sobre la investigación de Eugene Rokx: El sensor automático que detecta la podredumbre en alimentos almacenados.