Estilo de vida adaptado para prevenir la demencia
El deterioro cognitivo tardío y la demencia representan uno de los retos sanitarios más acuciantes de nuestro tiempo. La demencia implica pérdida de memoria, confusión y dificultades de pensamiento, causadas por patologías cerebrales subyacentes, como la enfermedad de Alzheimer (EA) o lesiones vasculares. El coste anual de la atención a la demencia va en aumento, por lo que son necesarias estrategias de prevención. Aunque en la actualidad no existe cura, las investigaciones muestran que hasta el 40 % de los casos de demencia podrían prevenirse abordando factores de riesgo modificables como la hipertensión, la obesidad y la pérdida de audición. Sin embargo, es importante saber si estos factores simplemente retrasan los síntomas de la demencia al favorecer la salud general del cerebro o si realmente reducen los procesos de la enfermedad subyacente en el cerebro.
Jardinería para el cerebro que envejece
Emprendido con el apoyo de las acciones Marie Skłodowska-Curie, el proyecto DIVERT-AD pretendía explorar cómo se relacionan el estilo de vida y los factores sociales con tipos específicos de patología cerebral, y cómo varían sus efectos entre individuos. La investigadora principal, Julia Neitzel del centro médico de la Universidad Erasmo de Róterdam(se abrirá en una nueva ventana) (Países Bajos), lo explica con una sencilla analogía: «Si el cerebro fuera un jardín, las estrategias de prevención de la demencia se asemejan al mantenimiento general, como regar, abonar y desherbar. Sin duda ayudan a la salud general del cerebro y, por lo tanto, reducen los casos de demencia. Sin embargo, para seguir con la analogía, es posible que no se ocupen de bichos y plagas específicos, así como de los cambios típicos de la EA que dañan cultivos clave, como la memoria y la cognición». El equipo de investigación estudió la asociación entre determinados factores cognitivos, físicos y sociales y el riesgo de demencia en diferentes cohortes comunitarias de EE.UU. y Europa. Para avanzar en la prevención, se requieren esfuerzos adicionales para identificar los factores de riesgo que influyen específicamente en la patología de la EA.
El sueño y el ejercicio son importantes
Un prometedor factor de riesgo específico de la EA, aunque actualmente poco reconocido, puede ser la falta de sueño y la alteración de los ritmos circadianos. En un estudio reciente publicado en «JAMA Neurology»(se abrirá en una nueva ventana), los investigadores de DIVERT-AD descubrieron que el sueño fragmentado y los ritmos irregulares de actividad de veinticuatro horas se asociaban con una mayor acumulación de amiloide a lo largo del tiempo. Ello fue especialmente destacado en los individuos portadores del gen APOE4, un conocido factor de riesgo de la EA. Sin embargo, la mayoría de los estudios siguen centrándose en los trastornos del sueño diagnosticados clínicamente, mientras que los aspectos conductuales cotidianos, como la higiene y las rutinas del sueño, suelen pasarse por alto. Aunque algunos factores del estilo de vida pueden no estar directamente relacionados con la patología de la EA, siguen desempeñando un papel fundamental en la salud cognitiva. En un amplio metaanálisis(se abrirá en una nueva ventana), el equipo DIVERT-AD demostró que un mayor nivel educativo y la actividad física se asociaban a un menor riesgo de demencia. Esos factores parecen ofrecer resiliencia frente al deterioro cognitivo, muy probablemente a través de sus efectos sobre la salud vascular y la reserva cerebral.
Repensar las futuras estrategias de prevención
Aunque los resultados de DIVERT-AD proceden de datos de observaciones y no pueden extraerse conclusiones causales, apuntan hacia un marco de prevención más refinado que distinga entre los factores de riesgo que influyen en el deterioro cognitivo general y los que pueden contribuir a los cambios relacionados con la EA. «Los ensayos clínicos que prueban las intervenciones pueden seguir siendo poco prácticos debido a su larga duración, pero la investigación observacional aún puede ofrecer una orientación valiosa», afirma Neitzel. El proyecto aboga por métodos personalizados que tengan en cuenta los antecedentes genéticos, la edad y los patrones de estilo de vida individuales. Los futuros esfuerzos incluyen la agrupación de grandes conjuntos de datos de cohortes para permitir una mejor estratificación del riesgo, así como el uso de técnicas de inteligencia artificial para identificar patrones que puedan predecir quién tiene más probabilidades de desarrollar la EA.