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How musical rhythm moves humans: functional mechanisms of entrainment and perception-action coupling

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La revolución del baile

Un equipo de investigadores empleó un planteamiento interdisciplinario y técnicas innovadoras para explicar por qué los humanos pueden bailar al son de la música.

Aunque algunos de nosotros bailamos como un pato mientras que otros lo hagan con el desparpajo de Mick Jagger, los seres humanos poseemos una capacidad extraordinaria para percibir y producir ritmo musical: un rasgo común a todas las sociedades. Pero ¿qué permite sentir «el ritmo de la noche» y «bailar al compás de la música»? El objetivo del proyecto europeo Rhythm and Brains era averiguarlo. El equipo del proyecto, financiado por el Consejo Europeo de Investigación(se abrirá en una nueva ventana), se propuso dilucidar los procesos cerebrales que permiten a los seres humanos percibir y moverse al son de la música. «Queríamos comprender por qué los seres humanos poseen una aparente capacidad innata para percibir el ritmo y coordinar el movimiento del cuerpo con el ritmo», explica Sylvie Nozaradan, catedrática en la Universidad Católica de Lovaina(se abrirá en una nueva ventana), directora del Rhythm and Brains Lab(se abrirá en una nueva ventana) e investigadora principal del proyecto.

Un planteamiento interdisciplinario y centrado en el baile

En el proyecto, centrado en la música y el baile, se estudió cómo el cerebro categoriza el ritmo y cómo estas representaciones internas del ritmo se comparten dentro de un grupo social para dar lugar a comportamientos coordinados. Los investigadores también analizaron cómo el movimiento del cuerpo nos ayuda a aprender y consolidar estas representaciones internas del ritmo. Para responder a estas cuestiones, el equipo del proyecto adoptó un planteamiento interdisciplinario que integra métodos y perspectivas de la psicología, la neurociencia, la música y la ingeniería. «En conjunto, nuestro equipo interdisciplinario concibió un nuevo método para medir y comparar la intensidad con la que se representan las estructuras del ritmo en señales como los estímulos sensoriales, la actividad cerebral y el movimiento», explica Nozaradan.

Registro de la actividad cerebral generada por ritmos musicales

En el proyecto, los participantes escucharon distintos ritmos mientras los investigadores utilizaban electroencefalografía para registrar la actividad cerebral provocada por los estímulos rítmicos. Se descubrió que nuestra notable capacidad para percibir el ritmo en la música se sustenta en una representación más precisa de la estructura temporal del ritmo en la actividad cerebral. «Es más, esta representación no es una copia fiel de las propiedades físicas de los estímulos rítmicos, sino que muestra transformaciones de dichos estímulos, un fenómeno que difícilmente podríamos explicar solo por el seguimiento de las características más destacadas de los estímulos», apunta Nozaradan. Los investigadores también demostraron que las transformaciones neuronales que sustentan el procesamiento del ritmo no están necesariamente presentes en todos los sentidos. Por ejemplo, no se observaron en la actividad cerebral cuando el ritmo se transmitía mediante el tacto en lugar del sonido. «Curiosamente, estas transformaciones neuronales parecen estar ya presentes en la actividad cerebral de los lactantes al poco de nacer y, además, están determinadas tanto por el aprendizaje a corto plazo como por las experiencias culturales a largo plazo», agrega Nozaradan.

Avances en el ámbito de la neurociencia

La investigación del proyecto es pionera, ya que ha abordado cuestiones básicas sobre los procesos cerebrales y, gracias a ello, ha dado lugar a avances en el ámbito de la neurociencia. «El ritmo posee la propiedad fundamental de favorecer la coordinación interpersonal, no solo en la música y el baile, sino también en una variedad de comportamientos que promueven la cohesión social», concluye Nozaradan. «Nuestro trabajo representa todo un hito en la comprensión de cómo el cerebro categoriza el ritmo y de los factores que influyen en la forma en que los humanos hacen música». Nozaradan recalca que los métodos y resultados del proyecto también se podrían emplear para estudiar las funciones sensomotoras del cerebro en poblaciones donde los resultados conductuales explícitos son limitados, como en niños o personas con alteraciones sensomotoras.

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